Actualidad


16/03/15

“Sin vocación, la misión compartida deviene en mera colaboración”.

El pasado sábado 14 de marzo, se llevó a cabo el II encuentro de la misión compartida: “Juntos somos más” en el colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid, organizado por CONFER, a la cual participamos más de 500 personas entre laicos que trabajan con las diferentes congregaciones religiosas y los religiosos que representan a las mismas.
A este encuentro nos hicimos presentes 8 personas de los religiosos camilos (2 sacerdotes, 2 profesos temporales y 4 laicos)
Para esta segunda edición “el objetivo fue reflexionar, evaluar y, en algún modo, proyectar sobre tres temas que nos afectan de manera particular: “misión”, “compartida”, “futuro.”
El evento se abrió con el saludo del nuevo arzobispo de Madrid y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española Monseñor Carlos Osoro, y del P. Luis Ángel de las Heras, cmf, presidente de la CONFER, quienes a través de sus palabras nos invitaron a trabajar con esmero y esperanza en este proyecto de misión compartida.
Posteriormente tuvo lugar la presentación del encuentro a cargo de Elías Royón, sj, coordinador de CONFER para la misión compartida. Entre los puntos más relevantes de su intervención queremos rescatar los siguientes aspectos:
  • Misión compartida no es un proceso de simple “sustitución” de religiosos por laicos en las Instituciones apostólicas, ni siquiera se trata de una mera “colaboración,” ayuda o cooperación; se trata de toda una vida cristiana que se compromete en un proyecto nacido de una experiencia carismática, como son las congregaciones religiosas.
  • La misión nace del don gratuito de una vocación. Una vocación que da sentido y justifica la “misión compartida;” la que nos convoca, nos une y alienta en el vivir la fe y el trabajo de cada día. Laicos y religiosos colaboradores de una misión que no es nuestra, sino de Cristo que nos envía a través de la Iglesia. Sin vocación, la misión compartida deviene mera colaboración por amistad o por simpatía en diversos trabajos, pero sin el rostro de una vocación carismática que proviene de Dios.
  • En la misión convergen la especificidad de la participación del laicado y la especificidad correspondiente de la vida religiosa. Misión compartida no es pues univocidad, sino espacio de diversidad y complementariedad apostólica.
  • Efectivamente, la misión se comparte, porque es única, la que el Señor en su Iglesia nos ha encomendado a laicos y religiosos. Y es admirable descubrirse como grupo enviado, como familia enviada por Aquel que fue enviado por su Padre.
  • Compartimos la misión desde un don que a todos nos anima y potencia: el don de ser enviados, el don de la misión, que surge de la gracia de la llamada. Del don de la vocación cristiana que engendra el bautismo, en primer lugar, y el de la vocación a la familia religiosa.
  • Compartir misión conlleva compartir responsabilidades, que en ocasiones pueden ser asumir responsabilidades de dirección en las instituciones. Pero desde la misión compartida estas responsabilidades no pueden convertir a los laicos en simples gestores neutros de las Obras de los religiosos, a los que se les pide que sean buenos profesionales. Hay que dotar de significación apostólica las responsabilidades que encomendamos a los laicos, de lo contrario no estamos compartiendo misión, sino pidiendo una simple sustitución o a lo más, una estrecha colaboración. Dotar de significación apostólica a la misión y hacérselo saber.
  • Los laicos deberían compartir los procesos de discernimiento que afecten a los objetivos y al desarrollo de la misión concreta en una determinada Obra, aportando desde su perspectiva laical una genuina riqueza complementaria a la que aportan los religiosos. En los procesos de crecimiento de la misión compartida, todo aquello que signifique promover la reflexión común de laicos y religiosos sobre la misión, será de provecho y hará crecer el verdadero compartir.
  • La misión compartida no es solo trabajo, sino también relación personal, no solo palabras sino silencio y oración, no solo acción sino también contemplación. Es necesario cultivar el estar juntos sin agendas, sin proyectos, sin planes concretos. La familia de los laicos y la comunidad de los religiosos no puede quedarse fuera del compartir la misión. Se camina juntos y se alimentan de una misma fuente que se les ha concedido gratuitamente: el carisma congregacional que fortalece la fe y da sentido a la misión.
  • Será muy útil provocar una reflexión teológica sobre el carisma, la espiritualidad y la misión que tenga como sujeto y destinatario los miembros de la misión compartida, religiosos y laicos, no separadamente considerados, sino concebidos como un “nosotros,” en algún sentido inédito. No se trata, a mi entender, de buscar una nueva identidad, pero sí de clarificar la especificidad de la participación de ambos en el carisma y en la misión
Al termino de la presentación del encuentro se dio paso a los encuentros por grupos, donde se favoreció el compartir las experiencias y las opiniones tanto de religiosos como de laicos. Estos encuentros se planificaron en tres momentos siguiendo el eje: Misión, Compartida y futuro, para lo cual se trabajó sobre algunas preguntas de reflexión que sirvieron para orientar el objetivo de la jornada.
Al finalizar, se presentaron las conclusiones que surgieron en los diferentes grupos de trabajo, de una forma muy práctica y divertida.
El encuentro se concluyó con la celebración eucarística presidida por Monseñor Carlos Osoro.