17/02/15
Camilo Henríquez, padre del periodismo chileno
Monseñor Luis Infanti de la Mora, osm, Obispo Vicario Apostólico de Aysén, con motivo del día de la prensa en Chile, recuerda la figura de Fray Camilo Henríquez, Religioso Camilo, exhortando a los medios de comunicación a seguir el ejemplo y el testimonio de este religioso del siglo XVIII–XIX.
El nombre de Fray Camilo Henríquez resuena en la historia como el iniciador y director de la “Aurora de Chile”, primer periódico chileno que vio la luz un 13 de febrero de 1812, cuando la imprenta acababa de llegar a Chile. Camilo Henríquez, que escribía bajo 4 pseudónimos, impulsó la participación ciudadana en el diálogo de las ideas abogando por una nueva filosofía social que no repitiera los viejos y arrogantes planteamientos sociales y políticos de los conquistadores.
Su compromiso con Chile y sus propuestas sociales y políticas son un gran ejemplo para nuestra época invadida por los medios y la tecnología tanto para comunicadores como para los medios de comunicación.
Pero esencialmente Fray Camilo Henríquez exigiría hoy el derecho a la comunicación, y denunciaría la fuerte concentración de los medios en tan pocas manos, las manipulaciones de los poderes económicos y políticos que ejercen en la prensa, el bombardeo diario para implantar como dictadura un modelo neoliberal, la marginación de los pobres que exigen sus derechos y dignidad, el ecocidio que destruye la tierra en que vivimos y nos destruye a nosotros mismos, la carrera armamentista… Cuestionaría a tantos comunicadores de superficialidades que buscan adormecer conciencias y mantener este país de castas, de injusticias, de inequidades, de marginados, de barreras, de intolerancias, de verdades a medias, de hipocresías.
CAMILO HENRÍQUEZ GONZÁLEZ (1769-1825)
Camilo Henríquez nació el 20 de julio de 1769 en Valdivia, Chile. Hijo de Félix Henríquez y Rosa González, a la edad de 14 años fue enviado a Lima, Perú, para continuar con sus estudios básicos. Durante su estadía en Lima estuvo a cargo de su tío materno, el Padre Juan González, quien lo matriculó en el convento de la Orden de de los Religiosos Camilos (también llamados “de la buena muerte”). Desde su ingreso a la Orden, Camilo Henríquez comenzó a formarse en el estudio de las letras, con gran influencia de los sacerdotes ilustrados y eruditos que vivían en el convento. De hecho, su curiosidad intelectual lo llevó a leer obras de filósofos del siglo XVIII que eran prohibidas por la Iglesia Católica, como El Contrato Social de Jean Jacques Rousseau. Estas lecturas fueron infundiendo en él su discurso ideológico a favor de la libertad e independencia de las colonias españolas en América.
La Orden de los Religiosos Camilos envió a Henríquez a Quito, Ecuador, lugar donde fue testigo de la instalación de la Primera Junta de Gobierno de ese país en 1809. En esa ocasión, pudo observar la fuerte represión de las tropas realistas en contra de los patriotas ecuatorianos, experiencia que posteriormente desembocaría en la creación de una obra de teatro titulada La Camila o La Patriota de Sudamérica.
Camilo Henríquez volvió a Chile en 1811 e inmediatamente se involucró en el movimiento independentista que se estaba gestando. Su experiencia en Perú y Ecuador había formado sus ideales revolucionarios y, en ese contexto, escribió en 1811 una de las primeras proclamas revolucionarias de la época: la Proclama de Quirino Lemachez. En este texto, Henríquez hace un llamado a votar por hombres que tengan ideas independentistas en la próxima elección para instalar el Primer Congreso Nacional. Su trabajo no se redujo sólo a la elaboración de textos, sino que también colaboró activamente en el proceso independentista, como lo demuestra su participación en el Motín de Figueroa, el 1 de abril de 1811.
En la inauguración de las sesiones del Primer Congreso Nacional, Camilo Henríquez pronunció un sermón en el que señalaba que la Iglesia Católica autorizaba a que el Congreso creara una Constitución. En el naciente parlamento chileno, Henríquez desempeñó el cargo de diputado suplente por Puchacay, es decir, sólo intervenía cuando el diputado titular se encontrara ausente. Pero esto no le impidió promover en 1811 un plan para organizar la instrucción pública en el país. Éste sería un primer paso para lo que se convertiría en el Instituto Nacional.
En la prensa, Camilo Henríquez encontró a un eficaz medio para promover la causa independentista. Con la llegada desde Estados Unidos de la primera imprenta en 1812, Camilo Henríquez fundó el primer periódico nacional, La Aurora de Chile. El primer número se publicó el 13 de febrero de 1812 y en él Henríquez se propuso difundir los valores de la nueva nación chilena para conformar una identidad propia. Por este aporte, Camilo Henríquez es considerado el “Padre del periodismo chileno”.
Las ideas de Henríquez plasmadas en La Aurora, provocaron cierta resistencia en algunos sectores del gobierno. Así, en agosto de 1812, José Miguel Carrera censuró el periódico y en abril de 1813 nombró nuevamente a Camilo Henríquez como director de un nuevo periódico que sustituyó a La Aurora, El Monitor Araucano.
Además de su actividad periodística, Henríquez ejerció diversos cargos públicos. Desde 1812 hasta 1814 fue Senador de la República, siendo Presidente de la Cámara en 1813. En su paso por el Congreso Nacional creó el Reglamento Constitucional de 1812 y el proyecto de ley de protección a los indígenas.
Después de la batalla de Rancagua en 1814, combate en el cual falleció su hermano José Miguel, Henríquez partió a Mendoza y luego a Buenos Aires. En su estadía en Argentina colaboró con los periódicos La Gaceta y El Censor. Al término de la Reconquista, regresó a Chile siendo nombrado por O’Higgins como bibliotecario de la Biblioteca Nacional y editor de La Gaceta Ministerial. Además, se le encargó la edición de un periódico que diera cuenta de la estadística del país, éste sería el precursor del diario El Mercurio.
En 1823 volvió a la esfera política ejerciendo como diputado suplente por Chiloé y Copiapó, y al año siguiente como titular por esta última ciudad. Fray Camilo Henríquez murió en Santiago en 1825 y el gobierno decidió declarar duelo público en el país.