El pasado 26 de septiembre, la gran familia de San Camilo celebró con alegría la fiesta del Beato Luis Tezza. Con motivo de esta festividad, compartimos la homilía del P. General Pedro Tramontin, pronunciada durante la celebración eucarística en el Hospital de la Santa Josefina Vannini en Roma.
Homilía con ocasión de la fiesta del Beato Luis Tezza – Texto evangélico Mateo 5:1-12 – Las bienaventuranzas
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy me gustaría reflexionar con ustedes sobre una virtud que es central en nuestra vida cristiana y que también fue clave en la vida del Beato Luis Tezza: la esperanza. Muchas veces considerada la menor de las virtudes, junto con la fe y la caridad, es, sin embargo, la que nos sostiene en tiempos de prueba, la que no vacila cuando todo parece perdido. El Papa Francisco nos recordó que la esperanza no es una ilusión, sino una fuerza concreta, una virtud esencial para nuestro camino de fe.
La esperanza cristiana no es solo un deseo o un sueño, sino que está enraizada en una realidad mayor: la resurrección de Jesucristo. La resurrección es el fundamento de la esperanza cristiana. Creemos en un Dios que venció a la muerte y que nos prometió una vida nueva y eterna. En este sentido, la esperanza es como una luz que nos guía a través de la oscuridad de las dificultades actuales, llevándonos a mirar más allá, hacia la redención y la alegría que nos aguardan. Como dijo el Papa Francisco, la esperanza es como el aire que respiramos, esencial para nuestra vida espiritual.
Sin embargo, la esperanza no es una espera pasiva. No podemos simplemente esperar el futuro sin hacer nada en el presente. La esperanza nos llama a vivir con compromiso, a encarnar los valores del Evangelio en nuestra vida diaria. Se manifiesta en nuestra oración, en la Eucaristía, en actos de caridad y servicio hacia nuestros hermanos y hermanas. Todo acto de caridad, toda palabra de consuelo es un acto de esperanza.
La esperanza es un tema central en el Evangelio y se manifiesta de muchas maneras en las enseñanzas de Jesús. Jesús promete la salvación a todos los que creen en Él. Esta promesa es una fuente de esperanza para los cristianos, pues les garantiza que, a pesar de las dificultades de la vida, hay una vida eterna con Dios.
El propio Jesús nos mostró en sus enseñanzas lo que significa tener esperanza. Pensemos en la parábola del hijo pródigo: un joven que se desvía, lo pierde todo, pero finalmente encuentra a un padre que lo espera con amor y misericordia. Esta es la esperanza cristiana: saber que Dios nunca nos abandona, incluso cuando nos alejamos de Él. Dios siempre está esperando por nosotros, listo para acogernos.
¿Y cómo podemos olvidar las bienaventuranzas? Jesús promete consuelo y alegría a los que sufren, a los que se sienten oprimidos. Nos enseña que las pruebas de la vida no tienen la última palabra. Es la esperanza en la resurrección la que nos sostiene, la certeza de que la muerte no es el fin y que, con Cristo, podemos esperar una nueva vida.
Tenemos un ejemplo extraordinario de esperanza vivida de manera concreta: la vida del Beato Luigi Tezza. Fundador, junto con Santa Josefina Vannini, de la congregación de las Hijas de San Camilo, el Padre Tezza encarnó la esperanza de muchas maneras.
Nunca perdió la fe en la Providencia de Dios, incluso en los momentos más difíciles. Expulsado de Francia durante la supresión de las órdenes religiosas, continuó sirviendo a los enfermos y a los que sufrían, llevando esperanza donde había desesperación.
Consideraba el hospital como su “verdadero paraíso en la tierra”, un lugar donde podía vivir la caridad cristiana e infundir esperanza. Fundó la congregación de las Hijas de San Camilo, confiando al “genio femenino” la misión camiliana de cuidar a los enfermos con ternura y dedicación.
Incluso cuando fue enviado al Perú para reformar la comunidad camiliana en Lima, el Padre Tezza llevó consigo la esperanza de renovación y crecimiento espiritual. Su presencia allí fue considerada providencial e inspiradora.
En un mundo que a menudo parece dominado por dificultades e incertidumbres, la esperanza sigue siendo una fuerza extraordinaria. Nos impulsa a creer en un futuro mejor y a trabajar juntos para construirlo. Nunca debemos perder la fe en la humanidad y en el poder transformador del amor. Cada día es una nueva oportunidad para hacer la diferencia, para ser portadores de esperanza en el mundo.
Beato Luis Tezza
Nació en Conegliano (Treviso) el 1 de noviembre de 1842, y murió en Lima (Perú), el 26 de septiembre de 1923. Su existencia fue una larga, movida y auténtica peregrinación por la misión.
Ingresó con 15 años en el seminario camiliano de Santa María del Paraíso, en Verona, y allí transcurrió todo el periodo de su formación, noviciado y estudios teológicos, así como los primeros años de su sacerdocio.
De sus 82 años de vida, 42 los pasó en Italia, 19 en Francia y 23 en Perú. Las actividades y cargos que desempeñó en la Orden de los Ministros de los Enfermos fueron muy variados: educador, responsable de comunidad, fundador de un Instituto religioso, ministro del amor misericordioso con los enfermos, director de almas y reformador de la vida religiosa.